Se había aficionado a los crucigramas. Incluso de vez en cuando utilizaba al hablar esas palabras que solo se utilizan en sus soluciones, "rea" la más habitual. También había acabado por memorizar la tabla de los elementos en una versión más extendida que la que utilizaban en clase de química. ¡Manda huevos! ¿Qué cara pondría el profesor Bacterio que tanto se había indignado la tercera vez que lo sorprendió en un examen con un papel arrugado en el puño? Creía que había bajado el nivel de los pasatiempos. Eran demasiado fáciles para su gusto, debía ser una consecuencia del empobrecimiento cultural general. Solo los viernes tenían cierta dificultad. El resto de los días eran tan fáciles y repetitivos que ahora la gracia estaba en cronometrarse. Pero aquel día estaba tardando demasiado incluso teniendo en cuenta que era viernes. El 12 horizontal lo tenía atrapado y en cadena todas las palabras que se cruzaban verticalmente. "Completar uno un todo con las partes que faltan." ¿Unir? ¿juntar? ¿componer? ¿completar? Llevaba un buen rato mirando al vacío buscando por los rincones de su cerebro y el rótulo de neón que a veces veía encenderse en su imaginación no aparecía.
Ofuscado como estaba no se dio cuenta de que alguien se acercaba a la puerta hasta que esta se abrió violentamente. Al sobresalto inicial le siguió el desconcierto cuando la mujer que acababa de entrar se plantó ante él amenazadoramente:
—Tenemos que hablar.
—Si claro, un minuto,espera que lo tengo en la punta de la lengua, bueno, a lo mejor puedes ayudarme, a ver, de 8 letras ...—ella se inclinó hacía él y dio una sacudida al periódico. Solo entonces se dio cuenta de la temible mirada de la mujer. Su cuerpo parecía agarrotado, en tensión, como un animal a punto de atacar a una presa.
—Te he dicho que tenemos que hablar —la mujer abrió el bolso bruscamente, sacó el monedero y buscó entre lo que parecían tickets de compra. Después de rebuscar unos segundos sacó un papel arrugado y lo arrojó sobre el periódico que todavía estaba abierto. —otra vez lo mismo. Estoy harta. Esto no puede seguir así.
—Pero mujer...—trató de razonar una respuesta pero viendo la cara de furia de la mujer pensó que era mejor callarse.
—¿pero mujer qué? ¿crees que esto es normal? ¿cuánto hace que nos conocemos?
—unos tres años
—tres años y cuatro meses, desde que llegaste aquí con tus promesas.
—¿promesas?
—si, promesas ¿que es sino lo que me ofreces cada semana? ¡Putas promesas y faslas esperanzas! Y cada semana, una tras otra me fallas. Y yo sigo confiando en ti como una tonta. 3 años y medio. Eso son 181 semanas. 181 engaños. —El la miraba sin saber que hacer, no entendía nada. Hacía tiempo que sospechaba que algo no andaba bien en aquella mujer, pero no se esperaba un numerito como aquel.
—Pero mujer, tranquilizate, de verdad que no se por que te pones así, ya sabes cuáles son las reglas del juego.
—¿Que juego? ¿esto es un juego para ti? ¿un juego? Es mi vida, mi futuro, mis sueños. ¿Es un juego para ti?—viendo que la cosa empeoraba cada vez más desistió de tratar de tranquilizarla. y miró de cambiar de táctica.
—en serio, de verdad, nunca ha sido mi intención perjudicarte, ¿qué puedo hacer? díme, ¿qué quieres de mi?—finjió una amabilidad extrema, aquella mujer estaba tan exaltada que no le hubiera extrañado que sacara un cuchillo jamonero del bolso.
—¿tú que crees que quiero? ¿tu para que cojones crees que vengo todas las semanas?
—... —no sabía que decir, no entendía que estaba pasando, no tenía ni idea de que estaba esperando aquella mujer. ¿se le habría estado insinuando?
—a ver, cuando voy al zapatero me arregla los zapatos y pago, en la peluquería me peinan y pago, si el mecánico no me arregla el coche yo no le pago...¿quieres qué siga?
—no, si, bueno, perdona, no te lo tomes a mal, por favor —diplomacia— pero es que no consigo entender que quieres.
—pero a ver, ¿tu crees que vengo todos los jueves a darte un euro por la cara? ¿tu crees que ese puto papelito que me das vale un euro? —él abrió los ojos todo lo que pudo, no se podía creer lo que estaba pasando. —no, yo no vengo aquí a que me des un triste papel, semana tras semana, sin un puto reintegro. Eso no es. Si no sabes hacer tu trabajo no lo hagas.
Sin duda estaba loca. Estaba loca. Rematadamente loca. ¿Pero acaso no tenía razón? ¿Acaso no venía puntualmente todas las semanas esperando ser la afortunada? ¿Acaso no estaba en cierta manera pagando por adelantado sus caprichos? Y es verdad que la mujer no tenía mucha suerte, no recordaba que le hubiera salido ni el reintegro, ...reintegro, reintegro. Mierda. El crucigrama. Ahí estaba en la punta de la lengua. Como odiaba esa expresión y sobretodo esa sensación. Reintegrar. Integro. ¡Integrar! Ella seguía despotricando vehementemente. Lo llamaba estafador. Desalmado vividor de sueños ajenos. Frívolo repartidor de falsas esperanzas. La verdad es que haber dado con el 12 horizontales había despejado un poco su mente y ahora podía pensar con más frialdad. Aquella mujer sin duda tenía algún problema mental, pero hasta ese día no había parecido grave, quizá algo sola, un poco histérica, pero nada más. Con astucia podía reconducir la situación, es más quizá hasta podía salir beneficiado. La loca histérica que tenía delante no estaba nada mal, y por lo que el sabía, no se le conocía pareja, aventura o amante ocasional.
—Pero mujer, ¿es que no has entendido nada?
—¿que tengo que entender?
—¿por que no te he hecho nunca el boleto bueno?
—¿por que eres un estafador?
—no, mujer, ni mucho menos. Es que...perdona...me cuesta mucho hablar de mis sentimientos.
—¿qué sentimientos ni que leches? ¿qué te estas enrollando? —pero su curiosidad empezaba animarse y el rictus de su rostro pareció relajarse un poco.
—pues... es que si te hubiera dado el boleto bueno...no hubieras venido más —ella abrió la boca sorprendida— y él continuó su improvisación— y yo es que toda la semana estoy esperando el momento en que entras por la puerta.— Ella seguía mirándolo sin hablar. De la ira había pasado a la sorpresa y ahora parecía incrédula. Desarrollando su papel se levantó y rodeó el mostrador para acercarse a ella.—desde el primer momento en que te vi he esperado una señal tuya para acercarme a ti y para abrirte mi corazón. No pensaba que fuera así.
—pero...—ella dió un paso atrás ya que él estaba ya a distancia de beso.
—yo pensaba que tambien te gustaba, que tu ridícula apuesta de los jueves era una excusa para venir a verme, todo el mundo sabe que la lotería no toca, y mucho menos jugándote un triste euro.
—no...no, en serio que yo no venía...
—ya veo que estaba muy equivocado, que no sientes nada por mi, que soy un ingenuo al pensar que una mujer como tu podía si quiera haberse fijado en mi...
—si me caes muy bien, pero no estoy preparada, es mejor que seamos amigos...—la estrategía funcionaba, ella se lo estaba tragando todo y empezaba a mostrar esa culpabilidad tan femenina. No obstante, no había posibilidad de polvo: había pronunciado la palabra maldita "amigos", pero ya se había metido en el papel.
—yo no quiero ser tu amigo, yo no quiero ser tu amante—le entraron ganas de reir al oírse recurrir a las letras de canción pero mantuvo la expresión de bobo desolado.
—no,no puede ser, si no nos conocemos...
—pues eso es...yo...me muero por conocerte
—no, no puede ser, tenemos que dejar de vernos...
—¡no! no te vayas todavía, no te vayas por favor...—tomó su mano entre las suyas y la acarició mientras la miraba a los ojos.
—si, me voy, no quiero hacerte daño.
—entonces... déjame, no me tortures con tu presencia —para entonces ella ya estaba llorando y era su mano la que acariciaba las de él.
—si, es mejor que me vaya.
—¡no por favor! —pensó en arrodillarse pero le pareció que era sobreactuar un poco y dió un paso más hacía ella que inevitablemente tuvo que retroceder acercándose así a la puerta. —al menos díme tu nombre.
—no, es mejor que no lo sepas, me voy. No volverás a verme. Te deseo lo mejor del mundo. Que tengas mucha suerte, que tu te la mereces.—y dramáticamente abrió la puerta, se detuvo unos segudos para mirarle y se fue.
El estalló en una carcajada y volvió a su sitio tras el mostrador para retomar el crucigrama antes de que se le olvidara el 12. Se sentía muy satisfecho de como había manejado la situación,estaba convencido de que tenía que haber sido actor. Se sentó en su taburete y agarró el boli. El boleto arrugado aún estaba sobre el diario, lo cogió y sonrío negando con la cabeza. Vaya loca. Vaya berrinche por que no le había tocado, además, es que ¡ni siquiera le había dado tiempo a comprobarlo! Y eso hay que hacerlo siempre antes de deshacerse de cualquier boleto o cupón, ¡vamos!, ¡hay que comprobar hasta las tapas de yogurt! Se levantó del taburete y se dirigió al lector con desgana. Al leer el mensaje estallo en una carcajada que hizo vibrar los cristales. Nunca completó el crucigrama.
Que la suerte os acompañe.