Los juncos se inclinan empujados por la misma brisa suave y delicada que acaricía mi rostro como una pluma. Un delicioso aroma de hierba húmeda. Un grillo transochador que todavía no se ha cansado de tocar su canción desafinada. Unos patos oscuros, como sucios, se deslizan tan suavemente sobre la superficie inmóvil que se diria que navegan a la deriva sin ningún esfuerzo.
El lago es poco profundo y el agua limpia y quieta permite ver un fondo cubierto de por un laberinto de moho y algas. De vez en cuando una mancha naranja irrumpe en el Humedo Reino del Verde. Al otro lado del lago un puñado de árboles, demasiado pocos para ser un bosque, estiran sus sombras hacía mi tratando de cubrirme.
El Sol desde lo alto mantiene cada cosa en su sitio, y aún así los patos negros croan como ranas. El grillo se ha encerrado en una amapola. Una avispa tensa mis músculos. Se acerca a mis labios apretados. La oígo en mi oído. Cierro los ojos. Ya está. Se ha ido.
El Sol quema. Las sombras de los anódinos árboles se aproximan cada vez siguiendo las firmes instrucciones del Sol tirano. Una araña pasea provocativamente por mi brazo desnudo, pero hago ver que no la veo. Mi pelo, suelto y despeinado azota mi cara animado por un viento cargado de mal genio y malos presagios.
El Sol empalidecido se ha escondido tras un cielo inclororo para esperar silencioso el inminente desafío. Yo no puedo moverme. Unas invisibles raíces me han anclado a la orilla del lago y ni el gélido frío ni los truenos que oígo cada vez más cerca me permiten romperlas y huír. Las horas se convierten rápidamente en minutos. Los minutos en décimas de segundos y un relámpago agresivo da la señal.
la Tormenta ha empezado.
El Sol ha delegado su poder, su dominio del Todo a, a una lluvia feroz, capaz de penetrar por todos los rincones y arrastrarlo todo a donde solo ella sabe. Los relámpagos siguen rasgando con sus zarpazos la cortina oscura tras la cual un torbellino de nubes muta constantemente. Se encoge, crece, se estira, se vuelca....
Estoy tan mojada quye creo que mi cuerpo pierde solidez. Tengo mucho frío. Ya no distingo las parte de mi cuerpo. Las manos. Los pies. La náriz. No son mas que un puñado de gotas unidas por recuerdos de vida sólida. Es imposible arrancarme. Estoy clavada al suelo, y aunque el viento me empuja con toda su fuerza para hacerme caer, no lo consigue.
El agua, el agua, se apodera de mi cuerpo, llena todas mis vísceras, todos mis órganos y todo lo convierte en agua. Es agua lo que llevan mis venas y bombea mi corazón, ya tambien líquido. Inspiro agua-. Expiro agua y no me ahogo. Mis poros se dilatan para llenarse de agua. No puedo despegarme del suelo y sin embargo fluyo por él, fluyo. Me muevo inmóvil. El agua me lleva. Yo soy ya toda agua.
Soy lago. Una mancha naranja me atraviesa. Su sombra atraviesa un laberinto de moho y algas.
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