Se resignó a la caries, e incluso a verse en el espejo, pero nunca confió en acostumbrase a su propia sombra. Siglos de nocturnidad para al final claudicar a la luz del día como un vulgar humano. El vampiro se protege con unas gafas de sol y una gorra de béisbol que le confieren un aspecto anacrónico. Y algo ridículo. Arrastra los pies. Desolado. Ni sus poderes ni su prestigio le han permitido salir de la terrible encrucijada. El viento sopla en su contra. Los aires modernos soplan en su contra. No hay otro remedio. El es el último vampiro y aunque su instinto le exige continuar, su orgullo no acepta la humillación de un trato de especie en extinción.
Trató en vano de adaptarse a los nuevos tiempos . A esos que le han expropiado el castillo, su hogar, para convertirlo en un parque de atracciones terriblemente iluminado y lleno de críos maleducados que lo toman como un viejo y ridículo actor a punto de jubilarse. Inútil tratar de seguir como hasta ahora. La sangre actual es demasiado peligrosa y menos nutritiva que nunca. Él, que resistió indemne a terribles epidemias de cólera, a la peste negra, a las hambrunas…no es mas que un cuerpo enclenque y famélico envuelto en una vieja capa que compra con receta médica bolsas de plasma insípido en esas farmacias asépticas. No más cuellos sabrosos.
Se detiene unos instantes ante la casa de empeños. Observa a su alrededor pero no encuentra nada que le haga cambiar de opinión. Acaricia por última vez el incunable que ha sacado a escondidas, como un vulgar ladronzuelo, de su propia casa, huele sus páginas, observa la delicada tipografía, recuerda todas las noches que pasó las páginas esperando que llegara el momento de salir. Por primera vez en siglos y siglos, una lágrima resbala por una mejilla pálida y huesuda. Respira hondo. Un vampiro que llora merece morir.
Huele a Netol[1]. El dependiente levanta la vista. Cuando lo reconoce, rápidamente recoge los pequeños utensilios metálicos que estaba limpiando.
-Ha venido, -dice con gravedad- ¿está seguro de qué quiere hacerlo?
-Si, no hay vuelta atrás
El vampiro siente una punzada de dolor, algo desconocido para él, al dejar el libro en el mostrador. El dependiente, en atención a su digno y desolado cliente no lo toma para examinarlo como es costumbre, y desaparece en la trastienda. Segundos después vuelve a aparecer muy serio. No se atreve a mirarlo a los ojos. No es miedo. Es consideración. Emocionado, suspira y por fin le entrega al último vampiro un reluciente crucifico de plata[2].
-Suerte amigo
[1] El Netol es un producto que se utiliza para abrillantar metales
[2] No existe acuerdo entre los estudiosos acerca de la infalibilidad de la cruz de plata como arma mortal contra los vampiros, no obstante en algunas regiones europeas se las considera el arma más efectiva por delante de la estaca de madera.
3 comments:
Me vino a la mente pensar en el poder del crucifijo....
Un simbolo de la pena de muerte exhibido como simbolo de paz...
Leñe...
Y si Bela Lugosi levantara la cabeza...no hace falta sangre derramada.. para transmitir ese punto de intriga y humor que desprende tu draculín.
un saludo.
qué bajón!,...
por qué no se los podrá matar con algo de otra religión?con un candelabro de 7, o una alfombrita... o diciéndoles ohmmmmm...
curioso..., debe ser algo personal, que tiene que ver con las dietas y el ajo, no?
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