16 November, 2012

La mujer paciente (no soy yo, claro)


sugar_by_miwak0
Igual que es muy fácil cabrearme, es muy fácil despertar mi melancolía y mi nostalgia. Estas no van siempre acompañadas de tristeza, muchas veces es simplemente ternura. No es casualidad de que conserve recuerdos fugaces de cuando era muy, muy pequeña, y que no están respaldados en una foto sinó en una imagen o una emoción que quedo grabada en mi memoria.
Hoy, andando por mi calle actual, que por casualidad es la misma en que viví esos primeros años, he pasado por la que fue mi primera casa. Además era una planta baja así que se hace extraño pensar que tras esa pared pronuncié mis primeras palabras y di mis primeros pasos. Pero he pasado de largo, como siempre. Mi casa es de las ultimas que queda en pie de esa época. Edificios sencillos, sin lujos, de uno o dos pisos a las a fueras de un pueblo pequeño que se convirtió con el tiempo en una zona residencial.
Al lado de mi casa había una más pequeña aún. Hacía esquina. Tenía un patio delantero. La tiraron hace unos años. La verdad es que era muy fea. Pero allí vivió hasta su muerte hace un montón de años, la señora Maria. La Señora Maria, siempre fue vieja, una de esas viejas de negro, con un delantal de cuadros desteñido, y pelo gris siempre recogido en un moño. La Señora María fue mi vecina hasta que cuando yo tenía 4 o 5 años nos mudamos a “un piso moderno”. Ya lo he dicho, guardo muchos recuerdos y recuerdo a mis vecinos de aquella época aunque todos fueron desapareciendo y sus casas ya no existen. Tengo lagunas claro pero me acuerdo. No obstante de la Señora María me acuerdo más.
Tenía un Kiosco azul con las ventanas pintadas en amarillo. Y vendía todas las chuches habidas y por haber. Las gominolas, las nubes y la regaliz las tenía en unos potes de plástico transparente con una tapa amarilla en las estanterias a su izquierda, los altramuces en un bol color crema, los sugus, los caramelos de cubalibre y los snipe en tarros sin tapa en una estantería a su derecha. Con el tiempo llegaron chuches más modernas que venían en cajas, para ellas puso estanterías nuevas junto a la puerta que estaba detras suyu: los Sidrales, los Chimos, los Escalofríos, los Peta-Zetas, los Bang-Bang…A sus pies grandes bolsas de plástico para las bolsas de pipas y de quicos. Y a su derecha, por fin, ocupando medio kiosco, la nevera de helados, siempre fue fiel a Frigo y los Draculas y los Colaget con “has ganado otro Colaget” escrito en el palo y los Boomangflash de 5 pelas el pequeño y de 10 el grandes (los Camy estaban disponibles en la cera de enfrente, en el kiosco que ponian en veranto junto al de la prensa).
Los altramuces valieron siempre 1 duro el cucurucho. Las chuches una peseta dos, un duro, diez y  25 pesetas, cincuenta. Llegabas con tus cinco duros y empezabas: dos coca-colas, cuatro ositos, cuatro moras, cuatro supositorios, dos regalices negras y dos rojas. ¿cuánto llevo? Dieciocho. Y seguías. 2 nubes, 6 snipe, 6 cuba-libres (Ohhhh os imagináis decir eso ahora??????), cuatro fresas, dos corazones, y cada vez la Señora María, que por cierto nunca sonreía, cogía el bote lo abría, sacaba las chuches, las metía en el cucurucho con cuidado, tapaba el bote y lo colocaba en el mismo sitio. Cuando llegábamos al final de la estantería de arriba, si nos quedaba dinero volvíamos a empezar, dos coca colas…Nunca tenía que devolvernos cambio, apurábamos hasta la última peseta. Y nunca nos daba nada de más. ¿Os imagináis  una dependienta así de esas tiendas que apestan a palomitas en los centros comerciales? Ella nunca mostraba impaciencia aunque la cola ante el kiosco a la salida del cole crecía y crecía.
Cuando en un arrebato de esos tan “femeninos” entro en una de esas franquicias y cojo una bolsa y una pala y voy llenando la bolsa sin pensar, siempre parece que falta algo, que las chuches se tienen que coger con cuídado, con mimo, y de una a una.
No se cuando murió la Señora María ni se exactamente cuando tiraron su casa, pero creo que los que fuimos niños en Sant Just le debemos un homenaje. Y los dentistas de Sant Just seguramente otro.
Mi última visita al kiosco, fue con  catorce o quince años con mi primer novio, una pañuelo de Snoopy a modo de Diadema y unas Nike. Dos cigarros, 5 pelas para él y un paquete de Trident de Menta para mí.

3 comments:

pazzos said...

Se ve que eras más de dulce que de salao. Yo admiraba más el bote de los pepinillos en vinagre y la lata de las toreras mientras miraba de reojillo las tetas de la portada del Lib.

Por aquí también teníamos pastillas de leche de burra y los caramelos de la Gocha que estaban envueltos en un celofán muy básico, sin marca, ni registro sanitario, ni ná de ná.

Un abrazo. Gracias por el subidón de azúcar y nostalgia.

eSadElBlOg said...

Pazzos gracias por pasar por aquí. La verdad es que tambien tengo mi parte avinagrada que cuando sale se atiborra de pepinillos!
un beso.

Implantes Dentales said...

LA PARTE DULCE DE TODO, QUE IMAGEN TAN CARGADA JE JE JE

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