Siempre pensó que su peor desgracia era su mala memoría. Tan mala era que lo engañaba con falsos recuerdos que lo atormentaban en forma pesadillas en el sueño y de inquietantes deja vus en la vigilia. Aparecía como el eterno arrepentido de oscuras traiciones a amigos que nunca tuvo. Como el culpable de perversas acciones que jamás siquiera había imaginado antes de recordarlas. Como el urdidor de innumerables crímenes. Su mala memoría lo engañaba con un pasado horrible que no era el suyo.
Tratando de olvidar había recurrido a cuanto estafador se mostraba a su alcance. Le hablaron de Hipnosis Inversa, de Tarot Reversible, lo deshechizaron, lo desexhorcizaron, le aplicaron electroshocks caseros y nada funcionó. Su Mala Memoría seguía azotandolo con recuerdos que no pertenecían a su biografía.
Se encerraba en su casa y bebía litros de Bourbon a sabiendas de que sería incapaz de alcanzar la puerta de la casa y salir a cometer alguna maldad. Bebía hasta perder el conocimiento esperando engañar a su memoría. Y sin embargo al día siguiente recordaba retazos de crueldad bélica y torturas, por su frente un pase de diapositivas en las que él era un dictador africano, un malvado señor feudal, un ogro carnívoro, un despiadado bandido.
Trataba en vano de mirar al futuro. El futuro era su esperanza. Aún virgen de recuerdos. Y sin embargo cada día de futuro que llegaba traía con él recuerdos ajenos. Quiso entonces enterrar el pasado y buscó un desierto. Y empezó. Pero día a día un poco de futuro se le ensuciaba con aquellos pasados y parecía que el desierto le quedaba pequeño. Cada vez le era más difícil cavar un poco sin desenterrar algo y cada vez andaba más desesperado.
Llegó al borde del desierto. Cansado y muy viejo. Arrastrándo la losa de un pasado incierto que su Mala Memoria no le dejaba olvidar. Había pasado años luchando contra sus falsos recuerdos. Le quedaba apenas un rato de futuro cuando vió a un bar. Creyó que podía ser un espejismo o un falso recuerdo. Pero después de tantos años de viaje tenía algo de sed y entró.
Por primera vez en mucho tiempo, entro en un lugar desconocido sin que le golpeara un súbito recuerdo, y tranquilo se dirigió la barra. Una cara desconocida que sonreía le saludo. Era un señor pequeño, flaco, de cabeza redonda y ojos pequeños. Una melena albina escasa y mal cortada, que caía sobre los hombros y por entre la que escapaban dos orejas puntiagudas, era toda la vestimenta de aquella figura.
Una mano extremadamente larga y delgada en proporcióna l resto del cuerpo se dirigió hacía una estantería.
-Creo que ya estas preparado para un chorrito de Verde Esperanza
9 comments:
Funes el memorioso ha enfermado de Alzheimer.
Entre el cuento de Borges y el tuyo no sabría con cual quedarme.
El que tiene mala memoria se ahorra muchos remordimientos.
Y diluye desesperanzas.
Está buenísimo!! Un cuento excelente.
:)
Pues tu cuento de chorrito nada, es todo un caudal de agua que corre con fuerza.
:)
Iba a contarte algo, pero no recuerdo el qué
¿MEMO QUE? se me olvidó...
Buen cuento, si señora...
Ese seguro que dijo un día: "daría lo que fuera por una copa" y ya ves lo que le pasó. Ahora sí la copa al final se la tomó :)
Siempre he pensado que el secreto de la felicidad esta en tener mala memoria ,no como la de tu cuanto claro, que me ha parecido genial
Tu no sabras por casualidad donde queda el chiringuito no?
Besos
(Un placer pasar por aqui, ya te habia visto en mis rondas )
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