Todas las tardes a las 5:13 la misma queja. –Hay que ver que todos los dias me tienen que dejar las manos marcadas en el cristal.
Era el mejor momento del día. Esos ojos inquietos que la miraban a través del cristal que parecían no decidirse a entrar.
-Buenas tardes
-Buenas tardes. ¿Les puedo ayudar?
-Si, es mi cumpleaños
-Venga enseñale cuál es.
- la que me guiña el ojo.
-¿Cuál?
Aún a veces, cuando me acerco a la estantería acoger o dejar un libro y la miro de refilón, me guiña el ojo. Y de vez en cuando, en esas temporadas en que las prisas, los nervios, o la mala leche no me dejan detenerme a saludarla, me la encuentro caída en el suelo. La levanto, la peino y le sacudo el vestido, la devuelvo a la estantería y abro las cortinas para que pueda ver por la ventana a los niños que juegan en el parque.
Ninguna Barbie guiñó nunca el ojo y por eso nunca hubo ninguna en la estantería de los cuentos.
1 comment:
Esas muñecas siempre me dieron un poco de impresión... como si te pudieran ver desde su quietud.
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