Estaba cansado y decidió no ir a trabajar. Andaba sin fijarse en nada de lo que pasaba a su alrededor, como si estuviera rodeado por un manto de niebla.. Los que se cruzaban con él miraban sorprendidos las luces enrolladas en su muñeca a modo de pulsera. (Que raro que no lleve una bolsa). Algunos se fijaban en su cara, ojeroso, pálido y con la mirada perdida, parecía un loco callejero de los habituales en el centro de cualquier ciudad. Hubiera preferido coger un taxi pero no llevaba dinero suficiente y no le apetecía entrar a un cajero, así que cogió el metro. El vagón iba lleno de como todas las mañanas en que la gente tiene que ir a trabajar o a estudiar. El sintió que iba en dirección contraria, ellos iban y el volvía. En cada parada subía y bajaba gente pero parecía que nadie se moviera, que los pasajeros fueran siempre los mismos.
Justo antes de salir del túnel al andén de la estación en que tenía que bajarse, el tren se detuvo. El vagón a coro emitió un chasquido con la lengua, miró el reloj y hizo un gesto de impaciencia. Un par de minutos después el vagón quedó sumido en una oscuridad total. Los pasajeros aferraros sus bolsos, sus mochilas o se llevaron la mano al bolsillo trasero para asegurar que su cartera seguía allí y se quedaros muy quietos, por miedo a tocar algo que no debían, y muy callados, por que no sabían si nadie les escuchaba.
El silencio y la oscuridad lo sacaron de su ensimismamiento. Nadie pudo ver como arqueaba las cejas. Sin duda estaba atrapado en un bucle que lo llevaba de una nada blanca a una nada negra. Se había salido de su realidad. El un hombre práctico, amante de la técnica y de las cosas claras había entrado en una dimensión irreal. O surreal.
Al fondo del vagón se formó un revuelo. Nadie sabía que pasaba. La gente se asustó y empezó a gritar. Docenas de “ ¿qué pasa?” asustados atravesaron el vagón. Alguien dijo, “tranquilos, una chica se ha desmayado” “será un ataque de ansiedad”. Alguien por fin rompió el hielo y lanzó un grito desesperado “qué abran la puerta, me ahogo”. El vagón se agitó. La gente picaba en las ventanas. Trataron de forzar las puertas, no pudieron abrirlas. Unos minutos más tarde se encendieron unas tenues luces de emergencia. Justo en ese momento una rata pasó frente a la ventana por unos cables que avanzaban por la pared. Una mujer grito espantada por el brillo de los ojos de la rata. El vagón enteró gritó asustado sin saber que pasaba.
Él, mantenía la calma. Repasó el paseo de la noche anterior y su sueño bajo las luces, que todavía llevaba enrolladas en la muñeca. No trató de entender nada, pero por la cabeza se le pasaron unos cuantos guiones para una película mala de Navidad. Mientras el vagón se caldeaba. La gente se había puesto nerviosa. Las luces de emergencia alumbraban lo suficiente para ver caras aterrorizadas. Los ataques de ansiedad o de pánico, los desmayos y las taquicardias se desplazaban por el vagón como los virus de la gripe.
Sin ser consciente de que lo hacía, él se desasió del poste al que se agarraba desde que subió al vagón. Pidió a una señora que estaba sentada que se levantara. Ella entre asustada y aliviada porque alguien tomara la iniciativa, lo hizo sin rechistar. Él le entregó un cabo de la guirnalda y le pidió que se alejara todo lo que pudiera. La mujer no abrió la boca. Él se subió al asiento y de puntillas sacó la pantalla del piloto de emergencia, sacó la lámpara y como en una película de aventuras trajino con los cables hasta que las lucecitas azules empezaron a parpadear.
El vagón lanzó un ohhhh a coro y de repente todo el mundo se puso a aplaudir. Una madre le dijo a un niño asustado. “¿ves cómo no pasa nada? ¡si es navidad!”.
Y el niño, adoctrinado en el cole y en las sobremesas de Antena 3, se puso a cantar un villancico con una voz muy fina. Poco a poco el resto del vagón se unió a la canción con una sonrisa y la piel de gallina.
El se quedó de pie en el asiento mirando la escena incrédulo, sin entender nada, mientras por la cabeza se le pasaba la última estupidez navideña con villancico y lucecitas que había recibido por mail.
5 comments:
Un poco siniestra la escena, no? es que me imagino al niño del tipo "joselito"...
Yo si tengo la pile de gallina...uf...
Pues sí, parece que los sustos en Navidad son más de villancico. Claro.
Por cierto, yo le diría también al héroe del cuento que se peguara una duchita, o algo. No vaya a ser que le den las uvas con esos pelos...
No acabes mal, por lo que más quieras ¡AAAYYYYYYYY!!!!!
Ah, se me quedó en el tintero: "Pero mira cómo sudan...."
En fin, no es por dar ideas.
Un beso eléctrico derrochón.
Lo de la sobremesa de antena3 me ha robado el corazon.
jijiji
Es tan tan tan tierna la navidad, que debiéramos celebrarla entera el día en que se encienden las bombillitas. Ese día, de postre, bombillitas.
Hala, me voy a postear mi felicitación navideña. Ahora mismo, no pierdo ni un segundo.
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