Son casi y media. Es tarde. Se levanta y mira a su alrededor. Diarios viejos por todas partes. Se sienta a desayunar. Un poco de leche directamente de un tetrabrik y un trago de coñac. Hace unas gárgaras. Se hace un moño canoso y se pinta una mueca roja en los labios. Tiene el rostro moreno y arrugado por la vida a la interperie. Arregla la solitaria flor de plástico que acarrea en una botella de Heineken. Piensa en Verde. En el salon: una caja de carton, de 12 botellas de gel, cubierta con un trozo de chal deshilachado a modo de tapete y la flor. Y alrededor millones de particulas de polvo en suspensión. Se sienta en el bordillo y se cura las eternas heridas de los dedos de los pies. Cada vez tienen mas mala pinta pero ella no se da cuenta. Ni se fija en sus tobillos hinchados y amoratados. Saluda con un gruñido al director de la sucursal, que como cada mañana le deja un euro en la mesita. Venga Paca recoge el saloncito y ves a tomarte un café que ya abrimos. Si si, ya me voy. Recoge el embalaje de nevera donde duerme envuelta en papeles de diario desde have un par de años. Las cotizaciones de bolsa de antes de la burbuja. Queremos ser tu banco. Un terremoto en Turquia. Una Copa del Madrid. Nada de eso le importa lo mas mínimo. Plega la caja-mesita, y el chal, y guarda todo en un carrito de hacer la compra. Otro trago de coñac, y lista. Deambula por los alrededores de los mercados, a ver si encuentra algo para la cena entre los desperdicios. Entra en un bar y echa el euro a una tragaperraas. Tiene suerte. Le sale premio. Se compra una botella de coñac del bueno y un décimo de los ciegos.
1 comment:
A mí me encantaría si ellos son felices, o si han llegado a un estado casi metafísico donde ya están por encima del bien y del mal
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