01 December, 2007

NAVIDAD 1

Aquella mañana, al pasar la página en la agenda se sintió libre. Había llegado Diciembre y había conseguido evitar todas las trampas. No participaba en ningún amigo invisible, no había comprado ningún décimo de lotería, no había escuchado ningún villancico, no había visto ninguna película mala de protagonista que no cree en Santa Claus, no tenía prevista ninguna cena de navidad con amigos, compañeros de trabajo o ex-compañeros de estudios, no había participado en ninguna conversación acerca de la logística y los menús de las cenas y las comidas familiares... Y no echaba a faltar nada de eso.

Envalentonado se decidió a salir a dar un paseo. Afortunadamente pocas calles estaban adornadas ya que los comerciantes y el Ayuntamiento no se habían puesto de acuerdo con quien pagaba los gastos. Era una tarde agradable para pasear, la crisis económica y un partido de fútbol que no le interesaba, mantenía a la gente lejos de las tiendas y no había aglomeraciones en el centro. Deambuló por las calles durante horas, alejándose de las calles anchas y buscando las callecitas estrechas con olor a orín fermentado y a humedad.

Sin saber como, su mente le jugó una mala pasada teniendo como cómplice a sus inquietas piernas. A la par que se adentraba en el laberinto de calles estrechas, sus pensamiento rebuscó en su memoria tratando de buscar el momento en que la Navidad comenzó a coger aquel sabor rancio que crecía con los años. Pronto se vio enredado en un mar de recuerdos que mezclaban su infancia, su adolescencia y su madurez. Un torbellino de luces de Navidad, de Villancicos desafinados, de figuras de barro, de discusiones a gritos, de buenos deseos, de nacimientos y de muertes, de regalos y de acusaciones.

Ya no paseaba, trataba de encontrar el camino de regreso. El orden de las calles anchas y los semáforos. Pero no encontraba la salida de aquel barrio desconocido. Su paso se apresuró, pero cuanto más rápido andaba más parecía alejarse de cualquier parte. Las calles mentían constantemente y aún tomando direcciones distintas todas iban a parar al mismo sitio.

Finalmente optó por el callejón estrecho que había estado evitando todo el rato. Los edificios de uno y otro lado se acercaban tanto que podía tocar ambas paredes estirando los brazos. Quizá la luz del día con algún rayo de sol entrando perpendicularmente y la ropa tendida de balcón a balcón justificaban una mención en alguna guía de viajes, quizá hasta una foto. Pero a esa hora, esa noche, solo producía una inquietud cercana al miedo.

Trató de visualizar el mapa de la ciudad, si estaba en la zona en la que creía estar, ninguna calle podía ser tan larga. Llevaría unos 10 minutos andando por ese callejón con alma de túnel del tiempo, cuando a su derecha vió que salía un pasaje más estrecho y oscuro aún. Lo cogió. Este era corto. Apenas un minuto y giraba a la derecha para desembocar en una plaza. Pequeña y desierta como todo a su alrededor, pero allí, de lado a lado de la plaza habían tendido una red de luces azules. Alguien había decidido llevar un poco de Navidad a aquél lugar extraño. En el centro habían dos bancos. Se sentó. Llevaba varias horas andando a buen ritmo y estaba cansado.

Se sintió ridículo por sentir miedo a su edad, miserable por tratar de huir de la Navidad y mezquino por sus ganas de sabotearla. Apoyó sus codos en las rodillas y dejo caer su cabeza entre sus manos. Pasó así unos minutos, frotándose la cara con gesto de desesperación. Entonces oyó un ruido, una pequeña explosión y algo ligero y caliente cayó sobre él. Lo que fuera no le hizo daño, ni siquiera lo asustó. Apartó las manos de la cara y sin levantar la cabeza trató de entender. La red. Las lucecitas azules habían caído sobre él sin apagarse. Le dio miedo moverse, y también llorar, ignoraba si podía electrocutarse con ellas.

Así que allí se quedó, encorvado, cubierto de lucecitas de Navidad, escondiendo la cabeza entre los brazos. Lo había atrapado.

14 comments:

Misántropo said...

Efectivamente. Muy bien narrado.

Así acabaremos todos, por mucho que nos resistamos. Pero aún queda mucho Diciembre; del real.

Un abrazo.

Elsur said...

la navidad siempre acaba, antes o despues, cayendose encima de uno

Castigadora said...

Una gran metafora, te escondas donde te escondas estas fechas te acaban pillando, no es cuestión de dejarse llevar, pero es nadar contra corriente, los esfuerzo inutiles!!!

Saludos

Carlota said...

Muy buena historia...temo la llegada de la Navidad, porque obligada me veo a hacer que la disfruto...y realmente lo hago por lo que supone para mis hijos. Punto. Besos.

Arcángel Mirón said...

Francamente, no entiendo esa angustia masiva que despierta la Navidad. Claro que era mejor cuando tenía seis años y creía en Papá Noel, pero esa negación y ese malhumor de la adultez me parece exagerado.
Comamos pan dulce, bebamos sidra y dejémonos de joder.

Tu texto me encantó.

:)

Nitro said...

a ver, es un sentimiento confuso... he pasado navidades muy malas y otras muy buenas. Y cuando son malas son muy muy malas..., creo que depende de como te encuentres en ese momento y ultimamente se te ve .... melancolica.

por mi parte les voy a pedir a los reyes un sofá azul electrico.

besos

sr Miyagi said...

O sea que no me puedo escapar...
Tratare de tomarmelo con calma, Las Navidades pasan rápido y pronto empieza un año con nuevas oportunidades! Ya no te digo nada, genial el relato, como siempre. :)

eSadElBlOg said...

misántropo: si, todavía queda mucho Diciembre bajo las licecitas

elsur: si, hay que estar preparados

castigadora, para dejarse llevar hace falta un buen chaleco salvavidas

carlota: la navidad es para los niños, y es cierto que verlos a ellos con esa sonrisa navideña, lo cambia todo.

arcangel miron, supongo que depende de como se vivan en cada casa, pero realmente e como las bodas, suerte del cava que si no...

nitro, no se si no serán las navidades las responsables de mi melancolía...respecto al sofa, tu pidelo, pero ¿has sido bueno?

sr miyagi, desde luego rebosas sabudiria oriental: año nuevo vida nueva ;)

alfonso said...

Necesito ese callejón largo y estrecho, un banco en el que sentarme... y un gran paraguas que impida que las lucecitas azules me atrapen.
Lo necesito año tras año pero las lucecitas son cada vez mas abundantes.

Miss.Burton said...

AYYYYYYYYYYYYYYYY, sí, no hay lugar dónde meterse, quizás un avión a las Canarias, o mejor a las Seichelles... eso sí sería algo distinto.. pero vamos, que la navidad llega a todas partes. Me ha dado tanta angustia y pena... eso es que escribes cada vez mejor, somaja... pero he sentido esa agonía... la sentí también el año pasado sobre estas fechas.... y ni te cuento que pasé el finde entero pensando en las campañas de navidad que tengo para mañana... y el cómo no hacerlas excesivas cuando el cliente pide a mogollón navidad en todas partes... bueno, no te cuento mis rollos, ya ves que me llevo el trabajo a casa...
Dile al de tu cuento, que salga, que le pegue una hostia a eso que le rodea, coja un billete a las Bahamas, el bañador, y sefiní. Burlé así al fantasma de la navidad¡¡¡¡¡¡

serpnorber said...

Qué lindo que relatas! He tenido sueños así y no quieres despertar! Felices Navidades, manda algo de frío para estas latitudes :)

Nosotras mismas said...

Al final... me quedo con el mismo mensaje que todos los años:

¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!

Un abrazo

Pasitos de bebe said...

Buen relato! si señora! a mi no me parece especial la Navidad, es como unos días más de vacaciones, y tampoco puedo escapar por la familia, claro! pero reconozco que gente que no tiene familia la pueda ver como un sueño, como algo bello...

Besitos!

nancicomansi said...

¡Que bien lo narras, querida!!!!
Si, la Navidad tiene algo de siniestro que se esconde entre los espumillones del todo a cien, el bríndis con la fanmilia y te guiña el ojito desde el último anuncio de turrón...
Véase "pesadilla antes de NAvidad", Burton lo cuenta muy bien...

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